martes, 29 de marzo de 2011

UNIDAD UNO



RESUMEN UNAIDAD UNO

La actividad estética, por ser inherente a la naturaleza humana, se encuentra presente en todos los tiempos, aunque sus modalidades y finalidades varían de sociedad a sociedad y presentan diferencias en cada época histórica. La estética podría también concebirse como la capacidad de las personas de relacionarse con el mundo y los objetos que le rodean, aunque las actitudes,  sentimientos y la forma de observar el mundo y relacionarse con el,  no son  una cuestión estándar que se da de la mismo forma en todos los seres humanos.
Frente a las cuestiones estéticas encontramos aspectos que   se relacionan,  algunos órganos de los sentidos como la sensibilidad o gusto, una facultad humana que ocupan una posición importante  en nuestros ideales de belleza y sentimientos dramáticos, cómicos, de sublimidad o tipicidad. Es decir, lo estético es una cualidad sensible, una característica de la sensibilidad humana. Sin embargo, la sensibilidad entendida como capacidad de sentir no puede reducirse solamente a esta, aunque predomine en algunos momentos, a los aspectos sensitivos, imaginarios o afectivos, ya que siempre se encuentra presente un componente intelectivo. Las sensaciones sin el concurso de la razón no son identificadas, reconocidas, es decir, plenamente experimentadas. Pero, la sensibilidad reemplaza momentáneamente a la razón cuando sus recursos no permiten penetrar la realidad experimentada.
Para captar la verdadera esencia de la estética,  es necesario poseer cierta sensibilidad, capacidad de abstracción y poder dedicarse por completo a la contemplación, es decir centrar la atención estética que debe ir dirigida al fenómeno del objeto, no al objeto físico en sí. Si bien es cierto que  las características físicas del objeto hacen posible lo percibido, no constituyen la causa de la percepción en sí.
Una obra de arte, independientemente de su finalidad y sus características físicas, produce experiencias estéticas. En este sentido, cualquier objeto, acto o proceso que tenga capacidad de transmitir un contenido y de producir una experiencia estética se constituye en una obra de arte, pero para poder captar lo estético en los objetos que se consideran estéticos, se necesita  entablar una relación contemplativa con ellos, es decir mirarlos estéticamente, lleno más allá de sentimientos, deseos, poción personal e intenciones ilusorias que se impongan a la verdadera contemplación, ya que el objeto no es una mera apariencia ilusoria. Lo ilusorio atribuye al fenómeno una realidad que no tiene, en cambio en la percepción de un objeto bello podemos constatar la consciencia (real-ideal) de lo representado. En la representación de un paisaje,  por ejemplo, advertimos la distribución de masas, la tonalidad, el colorido… El efecto psíquico sobreviene por la contemplación de algo que está en el objeto bello. La proyección sentimental del objeto, presupone ciertas cualidades en él. Ates de introducirnos en el objeto mediante la entera contemplación, advertimos la valiosa objetividad de la belleza que penetra en el espíritu a manera de un rayo luminoso, eso claro está,  solo sucede desde la mirada estética. El arte visto desde este punto de vista no vendría a compartir el supuesto de Kant cuando dice que el acto estético es un “placer desinteresado” y que es bello todo lo que “agrada en general sin concepto” no permite delimitar el contenido del objeto estético. Las creaciones estéticas no pueden disolverse en un solo sentimiento,  puramente subjetivo, de agrado sin concepto. La viva esencia y vivencia de lo bello  cautiva íntimamente y colma momentáneamente el espíritu.